EL GOBIERNO DE
PUTIN ESTUDIA VARIOS PROYECTOS PARA EVITAR EL MALTRATO Y LA EXPLOTACIÓN DE LOS
CHICOS SIN HOGAR 24.02.02
Rusia
afronta el drama de los niños de la calle
RODRIGO FERNÁNDEZ
|
Hay en marcha un proyecto que prevé una
multa -de entre uno y cinco salarios mínimos- para penalizar la mala
educación a los hijos
El problema se agrava porque son
numerosos los policías que no sólo no hacen nada por salvar a los menores,
sino que participan en su explotación
La mayoría de los niños vagabundos cae en
las redes de alguno de los grupos criminales que se han repartido el 'negocio
infantil' |
Mi papá y mi mamá bebían y se
peleaban todo el tiempo. Borrachos, me golpeaban con frecuencia. Todo el dinero
se lo gastaban en vodka y casi no había comida en casa. Nunca me preguntaban
dónde andaba ni lo que hacía. Un día decidí no volver', cuenta Slava, un chico
de 12 años, que en el otoño de 2001 pasó a engrosar las filas de los niños
vagabundos.
Puede que el relato de Slava no
corresponda a la realidad: los chicos a menudo mienten al explicar por qué
abandonaron sus hogares, pero las estadísticas testimonian que la mayoría de
los menores de 18 años que huyen de sus casas son hijos de padres alcohólicos o
drogadictos. Las cifras sobre la cantidad de estos huérfanos sociales
-es decir, que tienen a uno o ambos padres vivos, pero que prefieren la calle
al hogar- difieren según las fuentes de las diversas instituciones.
El Ministerio del Trabajo y
Desarrollo Social sostiene que hay un millón de niños vagabundos en toda Rusia;
que han huido de sus casas y viven en sótanos, buhardillas, casas abandonadas y
estaciones de ferrocarril; la fiscalía general calcula que son dos millones; el
Ministerio del Interior, dos millones y medio; el Consejo de la Federación o
Senado ruso pone esta cifra en tres millones, y los expertos independientes la
elevan a cuatro.
Las mafias
Algunos de estos
niños vagabundos son recogidos al poco tiempo por las autoridades y destinados
a orfanatos. Unos pocos se quedan, pero muchos huyen y vuelven a la calle. Y
allí son poquísimos los que logran evitar caer en la droga, la prostitución o
el crimen.
El problema se agrava porque son
numerosos los casos en los que los policías no sólo no hacen nada por salvar a
los menores, sino que incluso participan directamente en su explotación.
Masha, de 13 años, era vendida a
adultos por menos de 50 euros (8.319 pesetas) en la moscovita plaza de las tres
estaciones. Miles de espectadores pudieron ver por televisión cómo funcionaba
ese sistema: el adulto iba al hotelito que funciona en la estación para los
padres con niños (en Rusia se llama 'Habitación para la madre y el niño'),
decía que era su tío y si le ponían pegas pagaba un poco más. Después de tener
relaciones sexuales con la chica, se le acercaba un policía y le hacía pagar
otra suma si no quería ir a la cárcel como corruptor de menores. Negocio
redondo.
Los niños que huyen de sus
hogares, las más de las veces lo hacen a grandes ciudades, como Moscú o San
Petersburgo. Se calcula que en la capital rusa hay unos 50.000 menores
vagabundos, y en San Petersburgo, 40.000. Pero hay algunos chicos que no
alcanzan a huir de la crueldad de sus padres. Alexéi, de cuatro años de edad,
fue llevado al hospital después de que los vecinos, cansados de oír gemidos
infantiles durante casi un mes, llamaron a la ambulancia. Lo que vieron los
médicos al abrir la sucia manta en la que llegó Alexéi los dejó consternados:
lleno de piojos, su cuerpo estaba cubierto de excrementos, y la cabeza, de
llagas. Pero lo peor eran sus pies: por lo visto se le habían congelado durante
los grandes fríos del pasado diciembre y prácticamente ya no tenían carne: se
podían ver los huesos y los tendones. La amputación fue casi natural.
La mayoría de los niños de la
calle cae en las redes de alguno de los grupos criminales que se han repartido
el 'negocio infantil'.
Mendigos
La mendicidad de
los menores la controlan tres grupos, que actúan de la misma manera: a cada uno
le determinan la suma mínima diaria que debe entregar y le asignan un sueldo.
A veces, éste incluye la cola de pegar Moment, que los chicos acostumbran
inhalar para 'darse un viaje'.
El presidente Vladímir Putin se
refirió públicamente al problema del vagabundeo infantil y de los huérfanos a
fines del año pasado, después de lo cual el Gobierno y otras instituciones se
han visto obligadas a tomar medidas para tratar de encontrar soluciones. Se han
creado líneas directas a las que cualquier ciudadano puede llamar para avisar
que hay algún menor mendigando o durmiendo en un sótano. Además, ya funcionan
tres centros operativos para ocuparse de los niños vagabundos: uno en el
Ministerio del Trabajo y Desarrollo Social; otro, en el Ministerio de Salud
Pública, y el último, en el Ministerio de Educación.
Pero el principal problema es que
el número de orfanatos y otras instituciones donde se puede internar a los
niños es insuficiente para la gran cantidad de menores vagabundos existentes.
Esta situación ha provocado el
surgimiento de proyectos cuando menos polémicos. Así, la Duma (Asamblea) Urbana
de Moscú ha comenzado a discutir un proyecto de ley que pretende establecer una
especie de toque de queda para los menores. Según el documento propuesto por
Yevgueni Balashov, los niños menores de 16 años no podrán estar fuera de casa
sin los padres después de las once de la noche, y los que tienen entre 16 y 18
años, después de la una.
Para hacer que esta medida tenga
fuerza, el concejal propone aplicar la norma del Código Administrativo que
prevé una multa -entre uno y cinco salarios mínimos- para penalizar la mala
educación de los hijos. 'Si un adolescente está en la calle en la noche,
significa que no lo educan bien', dice Balashov, que considera que hay que
proteger no sólo a los propios menores, sino también a los moscovitas adultos
que pueden ser atacados por los adolescentes.
Orfanatos e
internados
El Ministerio del
Trabajo se está ocupando de encontrar urgentemente en Moscú y sus alrededores
edificaciones que puedan ser habilitadas como orfanatos con capacidad para
recibir a los miles de niños que hasta hace unos días vagabundeaban por la
capital rusa.
Tomando en cuenta el interés
personal de Putin en el problema, las autoridades de todo nivel han lanzado
redadas para recoger a los niños y destinarlos a orfanatos e internados.
Como resultado, ya prácticamente
no se ven menores vagabundos en las calles de Moscú. Pero los expertos
coinciden en opinar que se trata de algo temporal y no de la solución del
problema: la mayoría de ellos están escondidos por propia voluntad o por la de
sus amos que los explotan.
Los grupos criminales no están
dispuestos a perder el jugoso negocio que significa la mendicidad y
prostitución infantiles, y sus representantes llegan a menudo a los orfanatos y
pagan un rescate de 550 euros (91.512 pesetas) para llevarse de nuevo a su
niño y continuar explotándolo.