DMITRI POLIKÁRPOV
MOSCÚ
La cara de Gleb Agueev, un chaval rubio con mirada astuta que acaba de
cumplir los 4 años, la conoce ahora casi toda Rusia. Mutilado con
imborrables quemaduras y cardenales, es una pesadilla tanto para padres
tan buenos como el pan como para aquellos niños que conservaban
la esperanza de que un día dejarían el orfanato para vivir
en una familia.
La fiscalía rusa presentó la semana pasada cargos contra
los padres adoptivos de Gleb por malos tratos. El crío fue ingresado
en marzo en un hospital de Moscú con graves heridas y quemaduras.
La pareja que le adoptó explicó a los médicos que
el pequeño se cayó de una escalera y se quemó al
volcar una tetera. Sin embargo, al quedarse a solas con una doctora, el
niño confesó que sus padres le propinaron una paliza y que
él y su hermana menor, Polina, también adoptada por la familia
Agueev, sufren malos tratos a diario.
Datos sobrecogedores
Solo dos de cada tres niños rusos tienen madre y padre. De acuerdo
con los datos del Ministerio de Educación, en Rusia hay más
de 800.000 niños huérfanos o abandonados, de los cuales
545.000 han sido acogidos por familias, pero solo 159.000 de ellos en
régimen de adopción. En los orfanatos y otras instituciones,
tanto públicas como privadas, residen 260.000 niños.
Desde 1993, año en el que se comenzó a llevar a cabo estadísticas
de las adopciones por parte de extranjeros, cerca de 70.000 niños
rusos han encontrado su nueva familia fuera del país. En la última
década, los extranjeros han adoptado más niños rusos
que los propios ciudadanos del país.
La crisis financiera ha provocado una tendencia paradójica entre
los rusos. Cada vez más parejas se ofrecen como familias de acogida
para huérfanos en busca de la ayuda financiera que garantiza el
Estado. Los interesados firman un contrato con los organismos de tutela
para criar en casa a un niño abandonado sin adoptarle. Desde el
pasado julio, en la región de Moscú, los padres que se comprometen
a criar a un niño por contrato reciben una subvención inmediata
de 30.000 rublos (650 euros). Después cobran cada mes un salario
de 2.500 rublos (55 euros) y un subsidio para cada niño de 10.000
rublos (220 euros).
Sumas más modestas
En áreas más pobres y lejanas, esas sumas son más
modestas pero, en cualquier caso, son un ingreso garantizado y una verdadera
salvación en tiempos de crisis y desempleo. Además, en algunas
regiones, las autoridades locales prometen pisos más amplios a
los que se atreven a cuidar a un huérfano en casa.
Según el Defensor de Menores de Moscú, Alexei Golovan, el
número de acogidas se triplicó en el 2008, mientras que
el número de adopciones cayó un 14%. Más de 120.000
niños huérfanos serán acogidos en otras familias
en los próximos tres años, según datos del Ministerio
de Enseñanza. Las autoridades no ponen pegas a los interesados
por que la acogida les permite reducir el número de instituciones
públicas para niños huérfanos, cuyos alumnos pasan
a vivir con las familias que les adoptan.
Pero una vez han conseguido los privilegios que les corresponden como
familia de acogida, los nuevos padres a menudo se olvidan totalmente de
los críos y se aprovechan de ellos. En teoría, los órganos
de tutela deben controlar cómo vive el huérfano en la familia
que le acogió. En la práctica, en muchas ocasiones, resulta
difícil averiguar cómo los padres tratan a sus niños
alquilados.
"Cuando los responsables de la tutela visitaban a la familia Agueev,
siempre veían a los niños bien alimentados y contentos.
Nada hizo sospechar que les estaban maltratando", dijo Golovan a
este diario. Los propios padres rechazan las acusaciones. Sin embargo,
Gleb y su hermana menor, Polina, ya han sido ingresados en una casa de
huérfanos.
"Gleb y Polina han tenido suerte. La reacción de los medios
despertó a la opinión pública y las autoridades reaccionaron
debidamente. Pero en toda Rusia hay miles de casos semejantes que nunca
serán revelados", señaló Golovan.
Sea cual sea la verdad, lo cierto es que el caso de la familia Agueev
no es el más escalofriante. Hace poco fue detenida una pareja que
adoptó a unos niños para traer cocaína en su estómago
desde Moldavia hasta Rusia. Los padres torturaron y mataron a uno de sus
tres hijos adoptivos, mientras que el segundo murió en circunstancias
extrañas y el tercero se encuentra ahora en un orfanato.
|